Kazimir Malévich: el genio ucraniano robado por el imperio ruso
12 hechos sobre el artista
En 2025, el mundo conmemora dos aniversarios importantes relacionados con Kazimir Malévich: 110 años desde la creación del «Cuadrado negro» y 90 años desde la muerte del artista. Malévich cambió el curso de la historia del arte. Sin embargo, a pesar del reconocimiento mundial, su nombre a menudo se asocia con la cultura rusa. Esto es un mito que no resiste ningún análisis. El propio Malévich afirmó repetidamente: él era ucraniano. Lo decía en cartas, formularios, incluso durante los interrogatorios de la NKVD.
Aquí contamos la historia de un artista que el imperio se apropió, quebró, pero no logró destruir.

Nacido en Kyiv
Kazimir Malévich nació el 23 de febrero de 1879 en Kyiv, en una familia polaco-ucraniana: su padre era polaco y su madre ucraniana de la región de Poltava. Sus antepasados eran de origen noble y vivieron en Ucrania durante varios siglos. Según nuevos datos, nació en el corazón de Kyiv, en la calle Zhylianska, en casa de su tía María Orzhejovska.
La familia Malévich era católica, por eso bautizaron al pequeño Kazimir en la iglesia de San Alejandro (en la esquina de las calles Kostelna y Triokhsviatytelska). Desde niño hablaba ucraniano. En casa se hablaba polaco, y con amigos en la calle — ucraniano. No conocía el ruso en ese entonces y, al escucharlo por primera vez ya de adolescente, se sorprendió sinceramente por ese idioma desconocido.
El pueblo ucraniano: fuente de inspiración
Malévich pasó su infancia en varias regiones de Ucrania — Podilia, Kyiv, Cherníhiv, Járkiv. Allí entró en contacto con el arte popular: pintura campesina, bordados, decoración de estufas, ornamentos de camisas tradicionales, y la estética colorida de la vida rural. Esta estética quedó grabada en su memoria y se convirtió en la base de su visión artística vanguardista.
«La analogía más cercana al suprematismo es la pintura geométrica de las casas de Podilia, los huevos de Pascua con sus signos astrales, los patrones de los faldones — un código mágico de los elementos (fuego, tierra, agua)», escribió el investigador Dmytro Horbachov.
Se cree que en Konotop y Parkhomivka Malévich comenzó a pintar y vendió su primer cuadro.
Los inicios artísticos en Kyiv
Malévich dio sus primeros pasos profesionales en el arte en Kyiv. Entre 1895 y 1896 asistió a la Escuela de Dibujo de Mykola Murashko en la calle Velyka Volodymyrska 47, donde fue alumno del destacado pintor Mykola Pymonenko.
Después de estudiar en Kyiv, Malévich se vio obligado a mudarse a Moscú, ya que en ese momento no existía una academia de arte en Ucrania (la primera se abrió hasta 1917).
«Cuadrado negro»
A principios de los años 1910, Malévich creó los primeros bocetos del «Cuadrado negro» en el pueblo de Verbivka (hoy en Cherkasy). Allí colaboró con Alexandra Exter, una de las principales artistas del vanguardismo europeo. Juntos combinaron el suprematismo con el arte popular: diseñaban almohadas y bufandas con sus bocetos.
Estas imágenes más tarde se convirtieron en decorados de la obra «Victoria sobre el sol», donde apareció por primera vez el motivo que luego se transformaría en el «Cuadrado negro». Malévich terminó el cuadro en 1915 y lo presentó en la exposición «0.10» en San Petersburgo. Consideraba el cuadrado como la forma perfecta, origen de todas las formas.
Hoy el «Cuadrado negro» es una de las pinturas más famosas del mundo, junto con la «Mona Lisa».

Suprematismo con un código ucraniano
Malevich creó una nueva corriente en el arte: el suprematismo. Es una forma de abstracción desprovista de objetos. Pero incluso en estas formas se perciben raíces ucranianas: en los colores, la geometría, la composición.
«Por ejemplo, el bordado se hace con cuadraditos, triángulos, distintas formas cúbicas. Y eso, tal vez, fue uno de los impulsos para que Malevich comprendiera que se podía pintar así, crear un ritmo mediante figuras geométricas, como se hace en los bordados. Esa repetición — triángulo-cuadrado, triángulo-cuadrado, triángulo-cuadrado… Y así se forma una cierta composición, un cierto ritmo», explica Dmytro Dzhulai, autor de la película Malevich. El cuadrado ucraniano.
El regreso a Kyiv
A pesar de su éxito, Malevich siempre sentía un fuerte apego por Ucrania. En sus notas autobiográficas, Kazimir Malevich escribió:
«…cada vez me sentía más atraído por Kyiv. Kyiv permanecía inolvidable en mi memoria. Los edificios construidos con ladrillos de colores, el terreno montañoso, el Dnipró, los horizontes lejanos, los barcos de vapor. Toda su vida influía en mí cada vez más. Las campesinas cruzaban el Dnipró en barquitas, llevaban mantequilla, leche, crema agria, llenando las orillas y las calles de Kyiv, dándole a la ciudad un colorido muy especial.»
Malevich regresó a Ucrania por un tiempo durante el régimen bolchevique. Enseñó en el Instituto de Arte de Kyiv (hoy — la Academia Nacional de Bellas Artes y Arquitectura). También colaboró con la revista de vanguardia de Járkiv, Nueva Generación.
Protesta contra el terror
Malevich fue uno de los pocos artistas de su tiempo que abordó en su obra una de las tragedias más horribles de la historia de Ucrania y del mundo: el Holodomor de los años 30. Su dibujo gráfico
«Donde hay hoz y martillo, hay muerte y hambre»
es un poderoso acto de protesta contra el terror estalinista. Tres figuras humanas, y en lugar de rostros — una hoz y un martillo, una cruz y un ataúd. No era simplemente arte, sino una forma de resistencia ante lo que ocurría en Ucrania durante el Holodomor, cuando millones de personas murieron de hambre debido a la política del gobierno estalinista.
Como escribió Dmytro Horbachov:
«Cuando los bolcheviques quebraron la columna vertebral del campesinado, él empezó a pintarlos como muñecos deformes sobre un fondo amarillo y azul (como la bandera ucraniana).»
Muchas de sus obras de esa época tienen fechas falsas — a propósito, para evitar represalias. Pero ni siquiera eso pudo proteger a Malevich.
Reconocimiento mundial
En 1927, Malevich viajó por primera vez a Occidente — primero a Varsovia, donde se celebró su exposición individual, y luego a Berlín, donde se le asignó una sala especial en la Gran Exposición de Arte de Berlín de ese año. Sus obras causaron admiración y comenzaron a ser estudiadas en academias de arte.
Torturas y arrestos
El inicio de la represión contra la intelectualidad en Ucrania obligó a Malevich a regresar nuevamente a la entonces Leningrado. Fue arrestado dos veces, acusado de «propaganda antisoviética» y «espionaje» debido a sus viajes a Europa, y fue torturado. Se dice que durante los interrogatorios le introducían agua en la uretra — y que, tras eso, enfermó gravemente y comenzó a apagarse rápidamente.
El guion de su propio funeral
Después de sus arrestos, Malevich casi no volvió a pintar. Su última obra fue el boceto de su propio ataúd, realizado en estilo suprematista. Incluso escribió el guion de su funeral: un ataúd en forma de cruz y, sobre la tumba, una torre con un telescopio para “mirar a Júpiter”.
Falleció el 15 de mayo de 1935 en Leningrado. Su tumba fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, y solo gracias a los esfuerzos de activistas se logró recuperar el lugar de su sepultura.
El robo imperial
La propaganda rusa se ha apropiado activamente del nombre de Malevich. Hasta hoy lo siguen llamando “gran pintor ruso”. Como escribió la historiadora del arte Anna Lodyhina:
«Es el cinismo del imperio: apropiarse del creador, quebrarlo y destruirlo, y luego aún así convertirlo en su marca».
Restauración de la justicia histórica
En 2023, el Museo Stedelijk de Ámsterdam, que alberga la mayor colección de obras de Malevich en el mundo (más de 200), reconoció oficialmente a Malevich como un artista ucraniano. Posteriormente, otros museos del mundo se unieron a este acto de justicia histórica.
En 2018, la pintura «Composición suprematista» se vendió por 85,8 millones de dólares, convirtiéndose en una de las obras de arte más caras del mundo.
Pero el verdadero valor del legado de Malevich no está en los millones. Su valor radica en la revolución artística, en la valentía de ser libre y en la preservación de su código identitario incluso en los tiempos más oscuros.
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